lunes, 3 de marzo de 2014

La capacidad de "tomar"

Durante el módulo en que abordamos la herida de abandono, tuve una experiencia muy fuerte con un ejercicio. Durante el ejercicio teníamos que trabajar con un compañero.  Primero, el compañero tomaba el cojín y no nos permitía tomarlo, nosotros teníamos que luchar por conseguirlo. Durante la segunda parte, el compañero nos daba el cojín y nosotros teníamos que rechazarlo, decir que no lo queríamos.  Estos ejercicios se relacionan con la capacidad que tenemos de "tomar" y saciarnos.

Mientras yo rechazaba el cojín, la facilitadora me sugirió tomarlo y golpear en el suelo con él mientras gritaba "no lo quiero".  Así lo hice repetidas ocasiones.  Contacté una emoción muy profunda y dolorosa.  Una sensación de rechazo al mundo entero, un rechazo sostenido por el enojo.  Un enojo muy profundo. Un enojo relacionado con "tú no estuviste para mí, no quiero nada de ti".  Grité con todas mis fuerzas y toda mi ira.  Al terminar el ejercicio me senté un momento, sudando, muy alterada.  Me di cuenta de que me había manchado de sangre, por mi período, y me dirigí al baño, tuve que cambiarme de ropa y lavar mis pantalones, como no tenía otros, me los puse húmedos. Regresé al salón y me quedé de pie sintiéndome fatal por el ejercicio y el período.  Esa misma tarde me inició una infección urinaria que me duraría dos semanas. No se me quitó más que con antibiótico.

Algunas semanas después me di cuenta de que ese ejercicio me había alterado considerablemente.  Me había revelado que, mi soledad, la vida como la vivo, sola, está sostenida por enojo en gran proporción, no por gusto de vivir sola, aunque así lo aparento.

Fue curioso lo que siguió al ejercicio, pues varias semanas después empecé a disfrutar mi soledad profundamente, y a encontrarme más llena y plena en mis horas de silencio.  Parecía que ese enojo que sostenía mi soledad había sido integrado a mi ser en forma de aceptación y, valga la expresión, "resignación positiva" (algo así como una rendición sanadora que se convierte en una alegría al dejar de oponerse), y ahora me permitía disfrutar mi vida sin la sensación de pérdida o ser víctima.  ¡¡Un efecto muy poderoso e inmediato!!

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